¿Siguiéndole seremos felices?

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¿Siguiéndole seremos felices?

Cuando Jesús llamó a los primeros discípulos a seguirle, les invitó a ser “pescadores de hombres”, un empleo bastante novedoso para aquella época y para la nuestra. Ser pescadores de hombres… A aquellos cuatro primeros discípulos debió de sonarles muy bien esa propuesta, porque lo dejaron todo y siguieron a Jesús.

En el mundo de la Biblia, ser pescadores de hombres consiste en pescar o sacar a los hombres fuera de las temibles aguas del mar. El mar para los antiguos era un lugar lleno de peligros, amenazas, oscuridades y remolinos, una realidad que representaba al mal y al pecado. Así que Jesús invitó a Pedro, Andrés, Santiago y Juan a dejarlo todo para ser pescadores de hombres, es decir: dedicar su vida a ayudar a la gente de su tiempo a salir de las aguas del “mar”, que traducido para nosotros es ayudar a las personas a salir de las esclavitudes físicas y espirituales.

Aquellos primeros discípulos siguieron a Jesús teniendo que dejar algunas cosas que para ellos eran muy importantes y que les daban seguridad (el puesto de trabajo, la familia, la aldea, los amigos…). Jesús era bien consciente de que en el corazón de cada uno de esos discípulos que empezaban con él a “pescar hombres” pronto iba a aparecer una pregunta muy importante: “¿Verdaderamente vamos a poder ser felices si nos dedicamos a “pescar hombres?”. Sabiendo él lo importante que era dar una primera respuesta a estos cuatro discípulos y a otros muchos que se le fueron juntando, su primer gran discurso se basó en el tema de la felicidad.

Y fue la forma de asegurar a estos discípulos que vivir “pescando hombres” es lo que verdaderamente les podía hacer felices y llegar al final de sus días sintiendo que su vida había sido una vida lograda que había merecido la pena vivirse incluso afrontando unas cuantas dificultades, de las cuales él también abiertamente les habló. Los evangelios de Mateo y Lucas nos ofrecen este famoso discurso sobre la felicidad que se llega a vivir cuando uno se dedica a ser discípulo “pescador de hombres”.

Es lo que conocemos como el discurso de las bienaventuranzas. Los amantes de la lengua griega, si se acercan a los dos pasajes de los que hablamos (Mt 5,1-12; Lc 6,20-22) observarán que hay una palabra que se repite muchas veces, y que es la palabra makarioi, que significa “los felices, los dichosos o los bienaventurados”. Si alguno de los que leéis estas líneas os da por curiosear un poco más en las palabras que preceden a cada uno de estos discursos, podréis observar que en la versión de Mateo se nos dice que Jesús pronunció estas palabras situándose en una montaña, por eso, a este discurso de las bienaventuranzas se lo conoce también como el “Sermón de la montaña”. Lucas, sin embargo, lo cambia de escenario (se ve que tenía miedo a las alturas) y nos presenta a Jesús pronunciando este discurso en una gran llanura ante una muchedumbre. Por ello, este discurso también se conoce como el “Sermón de llanura”.

También se puede observar que entre ambas versiones hay algunas diferencias, pues en el evangelio de Mateo en el discurso aparecen ocho bienaventuranzas mientras que en el de Lucas solo hay cuatro. Sea cual sea la más antigua de las versiones, todos los que las leamos y conozcamos un mínimo de la vida de Jesús de Nazaret, su muerte y resurrección, estaremos de acuerdo en decir que Jesús es el primero que ha puesto en práctica las bienaventuranzas ya que las ha vivido a tope. Él es el primero que se hace pobre (basta ver las condiciones en las que nació, creció, vivió y murió). Él mismo se hace pacífico, pues, aunque tuvo que poner a más de uno en su sitio, siempre lo hace sin violencia y buscando recuperar a la persona. A él le tocó llorar, sobre todo cuando vio que muchos de sus contemporáneos pasaban olímpicamente de la propuesta de fraternidad entre hombres y mujeres que les presentaba al hablarles de Dios como Padre y de cada persona como “hermano”. Él se dejó la piel con todas las de la ley por hacer ver a los descartados por el sistema político y religioso judío, que también ellos eran amados por Dios y que su corazón es misericordioso.

Y no podía faltar la persecución, pues él mismo fue perseguido por presentarse como hijo de Dios y proponer al pueblo una liberación que iba más allá de expulsar a los romanos… pues inició la verdadera obra de liberar a las personas desde lo más profundo de ellas mismas, que es el corazón. Por ello se lo jugó todo por “ser pescador de hombres” y nos invita también a ti y a mí a serlo. La vida de Jesús no terminó en la cruz, sino que continúa aún hoy en la resurrección, la plenitud inimaginable que todos nosotros estamos también llamados a alcanzar después de haber pasado la vida ayudando a hijos, alumnos, familiares, compañeros y hermanos a salir de las aguas del mar y del mal. Por ello, vivir como él, merece la pena y es la garantía más segura de poder alcanzar la felicidad ahora y después.

David García García-Rico  

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Los orígenes del colegio datan de 1946 cuando uno de los padres trinitarios de la comunidad de Andújar, el P. Francisco, pone el germen de lo que años más tarde, fue el Colegio Menor Virgen de la Cabeza, que en la actualidad acoge alumnos y alumnas de Infantil, Primaria y Secundaria. “Enseñaba por vocación y sin percibir nada, durante las horas que tenía libres de la Parroquia (…)” (Archivo PP. Trinitarios Andújar. Protocolo: 2).